La presente obra se basa en una investigación documental y en la reflexión de la práctica como fotógrafa forense; se parte del origen de la fotografía, su evolución y se destacan sus aportaciones, tanto en las ciencias exactas como en las sociales, donde su presencia se ha vuelto indispensable para el equipo de profesionistas de la criminalística. Un fotógrafo forense tiene dos compañeras inseparables (que narramos en las primeras secciones de este escrito), la observación y la magia; mientras la primera identifica y localiza el escenario, la segunda con su agudeza realiza la fijación del indicio, eslabón indispensable en la cadena de custodia. Ser fotógrafo forense en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y formar parte de la innovación en el sistema de justicia penal en México, es un honor y un privilegio que con orgullo comparto. Es una responsabilidad profesionalizar nuestros saberes para responder a las exigencias de un mundo dinámico donde la tecnología de la fotografía evoluciona con gran velocidad y exige calidad. La fotografía forense es un área de conocimiento impactada fuertemente por el desarrollo tecnológico; le corresponde auxiliar y documentar a la criminalística; basa la búsqueda de hipótesis en la inteligencia del criminal. Éste (como bien sabemos) usualmente deja huella del delito en el lugar de los hechos; revelando su presencia ahí. Para encontrar esa huella y hacerla visible -a los ojos del juzgador- se hace necesaria la herramienta de la narrativa gráfica. La fotografía forense proporciona las herramientas necesarias para encontrar una verdad y una mejor solución, de la calidad de las tomas, nos ocupamos en el apartado final del texto. Gracias a esta narrativa gráfica, se aportan informaciones que ponen en juego libertad, credibilidad y el patrimonio de la sociedad.

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